En su obra «El eneagrama de la sociedad», Claudio Naranjo propone una visión fascinante que conecta la personalidad humana con los «males del mundo», un acercamiento innovador que parte de lo individual para llegar a lo social. El punto de partida de Naranjo es la idea de las pasiones, que define como deseos destructivos o exagerados, fruto de una «sed de ser» que nace de la pérdida de contacto con el propio ser.
Naranjo presenta el eneagrama como una poderosa herramienta psicológica que reinterpreta la idea de los pecados capitales, aplicándola al ámbito de la personalidad. En su visión, el eneagrama describe los «eneagramas de las pasiones» y «de las patologías». Cada pasión o pecado se corresponde con una patología del carácter, la cual se considera una exageración de rasgos caracterológicos normales.
Los Nueve Eneatipos y sus Pasiones
Naranjo identifica nueve caracteres básicos, que surgen de las estrategias infantiles para obtener amor en un mundo percibido como carente. Cada eneatipo representa una forma particular de ser y relacionarse con el mundo, caracterizada por una pasión que determina su comportamiento:
Eneatipo I (Ira): El perfeccionista, busca la perfección y las buenas intenciones, con un control rígido que lo lleva a la ira cuando las cosas no salen como él espera. Su pasión es la ira, que se manifiesta como un impulso a corregir y mejorar el mundo, con una visión idealizada de la realidad.
Eneatipo II (Orgullo): Busca ser amado a través del servicio, confundiendo el rol con la realidad. Su pasión es el orgullo, que lo lleva a buscar la validación externa y el reconocimiento por sus acciones, muchas veces desechando sus propias necesidades.
Eneatipo III (Vanidad): Desea ser brillante y exitoso, enfocándose en el éxito social y la imagen, con una falsedad subyacente que lo lleva a la vanidad. Su pasión es la vanidad, que lo impulsa a buscar la aprobación y el reconocimiento social, sacrificando su autenticidad en el proceso.
Eneatipo IV (Envidia): Tiende a la culpabilización y la inferiorización, manipulando para obtener amor a través del sufrimiento. Su pasión es la envidia, que lo lleva a sentirse inferior y a compararse constantemente con los demás, buscando la atención y el amor a través de la melancolía y la victimización.
Eneatipo V (Avaricia): Se aísla del mundo y minimiza sus deseos, buscando seguridad en la soledad. Su pasión es la avaricia, que lo lleva a aferrarse a sus conocimientos y recursos, buscando seguridad en la autosuficiencia y el control.
Eneatipo VI (Cobardía): Vive con miedo y suspicacia, vacilante, con una forma fóbica o contrafóbica. Su pasión es la cobardía, que lo lleva a la duda y la incertidumbre, buscando seguridad en la anticipación de peligros y la búsqueda de aprobación.
Eneatipo VII (Gula): Se caracteriza por un afán de gustar y ser popular, refugiándose en el placer para evitar la angustia. Su pasión es la gula, que lo impulsa a buscar la estimulación y el placer, buscando escapar del dolor y la angustia.
Eneatipo VIII (Lujuria): Busca estímulos intensos y experiencias extremas, con una coraza que esconde una insensibilidad. Su pasión es la lujuria, que lo lleva a la dominación y al control, buscando la satisfacción inmediata y la intensidad en las experiencias.
Eneatipo IX (Pereza): Se adapta a los deseos de los demás, siendo complaciente y pasivo, con dificultad para decir «no». Su pasión es la pereza, que lo lleva a la pasividad y la falta de iniciativa, buscando evitar el conflicto y la responsabilidad.
El Eneagrama y los Males del Mundo
Claudio Naranjo sostiene que las perturbaciones del amor en cada eneatipo se proyectan en la sociedad, dando lugar a «males del mundo» como el autoritarismo, la inercia, el mercantilismo, la represión, la violencia, la corrupción y la anomia.
El autoritarismo, por ejemplo, se relaciona con el Eneatipo VIII (Lujuria), cuyo deseo de control y dominación se traduce en la imposición de la voluntad propia sobre los demás. La inercia, por su parte, se conecta con el Eneatipo IX (Pereza), cuya pasividad y falta de iniciativa contribuyen a la falta de progreso y la perpetuación de las estructuras existentes.
El mercantilismo, a su vez, se relaciona con el Eneatipo III (Vanidad), cuyo afán de éxito y reconocimiento social se traduce en la búsqueda del beneficio económico por encima de otros valores. La represión, por otro lado, se conecta con el Eneatipo I (Ira), cuyo control rígido y perfeccionismo se traduce en la restricción de la libertad individual.
La violencia, en la visión de Naranjo, se relaciona con el Eneatipo II (Orgullo), cuyo deseo de control y poder se traduce en la agresión y la manipulación. La corrupción, a su vez, se conecta con el Eneatipo VI (Cobardía), cuyo miedo y falta de seguridad lo lleva a la búsqueda de ventajas personales, incluso a costa de la ética y la justicia.
Finalmente, la anomia, que se refiere a la falta de normas y valores, se relaciona con el Eneatipo VII (Gula), cuyo deseo de placer y satisfacción inmediata lo lleva a la desregulación y la falta de responsabilidad.
El Eneagrama como Camino de Superación
Naranjo considera que la consciencia de la propia estructura eneatipica es un paso fundamental para superar el ego y avanzar en un camino positivo. Al comprender las motivaciones y las limitaciones propias, podemos desarrollar una mayor conciencia de nuestros propios patrones de comportamiento y trabajar para modificar aquellos que nos limitan.
El eneagrama, en este sentido, se convierte en una herramienta de autoconocimiento y transformación personal. Al comprender nuestras pasiones y nuestras patologías, podemos desarrollar estrategias para gestionarlas de forma más consciente y saludable.
Conclusión
El eneagrama de la sociedad, según la visión de Claudio Naranjo, nos ofrece una perspectiva profunda sobre la relación entre la personalidad humana y los «males del mundo». Al conectar las pasiones y las patologías de los nueve eneatipos con las estructuras sociales, nos proporciona una visión crítica de la sociedad actual y nos invita a reflexionar sobre nuestra propia responsabilidad en la construcción de un mundo más justo y equilibrado.